Viaje
¿Alguna vez han estado en el infierno? Pues ahí es a donde viajé. Al meritito Infierno, Sinaloa. “Tienes que estar a las 7 en el aeropuerto” Uta, luego luego y ya empezaron las broncas. Claro que llegué justo cuando se escuchaba “Ahora abordarán los pasajeros de las filas 16 a la 29” Fila 17, justo a tiempo. Una hora de cachondeo con Lindsay Lohan después y nomás sentí el madrazo “Ora, no mamen” y me desperté cuando todo mundo se paró para recoger sus cosas y hacer fila para salir.
Ya caminando por el pasillo empecé a sentir algo raro, como que el aire estaba diferente al acostumbrado y al mismo tiempo un poco familiar, bastó con salir del aeropuerto para darme cuenta de qué era, ¿se acuerdan de cómo se siente una ola de calor cuando uno abre un horno encendido? “Bienvenido al infierno” me dijo el chofer de la Van que estaba esperándome, “Traigo una hielera con agua fría en la camioneta, por si quiere una” agregó.
Yo no sé por qué a todo mundo le agarra la onda de ser guía turístico asumiendo que uno no sabe nada de lo que hay allá, peor aún, cuando toca ir a una ciudad chica pero con cierto desarrollo luego luego entra el complejo de inferioridad. Lo sé porque aquí los tapatíos (tapatío=chilango light) hacen lo mismo cuando vienen los chilangos, como para que vean que no nos quedamos atrás empiezan “nombre, y luego no te ha tocado el tráfico de los viernes” como si eso fuera algo para presumir; esas son las más o menos pero hay unas como la de “y tenemos 6 McDonald’s” ¿Qué pedo? Sin palabras.
Claro que los chilangos contribuyen con esta actitud con cosas como “¿Y está muy lejos de aquí la Expo?” y no falta el buen inocentón tapatío que contesta casi con orgullo “Sí, no manches tienes que irte con tiempo porque se hacen como 20 min” Al chilango no le queda más remedio que soltar la carcajada burlesca “no manito, yo hago 2 horas de mi casa a la chamba, yo pensé que sí estaba lejos” para desgracia del pobre quillo que no le queda más remedio que agachar el sombrerote de campesino ante la presencia de un verdadero cosmopolita “el capitalino”.
Pues esta actitud centro-colonialista del siglo 18 impera y seguirá imperando por los siglos de los siglos pero en forma retroactiva, es decir, los chilangos se la aplican a los quillos y a los regios, mientras que los quillos se la aplican a los leoneses, morelianos, y nayaritas; y los regios se la aplican a los coahuilenses, chihuahuenses y tamaulipecos.
Los culichis, por supuesto, se la aplican a los mazatlecos y mochitecos. Y en un afán de verse muy chaca (como dicen los culichis), o quizá en su afán de decirme que los culichis no se quedan atrás de los tapatíos, el chofer me la suelta “Tenemos una plaza nueva muy bonita, Forum, que tiene muchas tiendas, Liverpool, Sanborn’s, Cinepolis, etc, etc, si quiere al rato vamos a que se dé una vuelta” Si gracias, como si nunca hubiera visto esas tiendas, pensé para mí.
Pues total que llegamos al hotel como a las 9 de la mañana, bien bañaditos y cambiaditos y con todo listo para hacer la presentación de la campaña, preguntamos por el gerente y nos llevaron a su oficina, pero pareciera que no nos había visto porque el cabrón seguía firme y firme papeles, 20 minutos de estar volteando a la pared y después nos preguntó si ya habíamos desayunado. “Ya” contestó Javier, mientras yo me quedaba pensando si un mugre cuernito frío y duro con un queso crema desabrido contaba como desayuno. Ni modo, y en eso llegó el director, un viejo panzón con bigote de pancho villa vestido con un traje barato y una corbata espantosa, eso sí con su relojote rolex bien grandote pa que todo mundo lo vea. “Yo, yo, yo yo yo, yo, yo yo...” eso fue lo que escuché durante una hora en la que el tipo no dejaba de hablar mezclándolo con una actitud nerviosona. Se notaba que el wey era un farolazo, de esos que les gusta abrir el hocico pero dicen pura paja, cero contenido.
“Vamos para el salón donde va a ser la junta, para ponernos de acuerdo con la presentación” Bravo, hasta que vamos a hacer algo productivo.
Ya adentro nos dimos cuenta que la presentación de ellos no estaba terminada y ahí, en el salón, a las 11 de la mañana, una hora antes de la junta, se disponían a parcharla por todos lados. Al más puro estilo mexicano, el señor le había encargado a un achichincle que le prepara la presentación con la información de una hojas que le dio porque él no sabía moverle “a esas chingaderas modernas” de powerpoint. Eso quiere decir que el tipo ni siquiera se había tomado la molestia de ver la presentación. Por ahí de la 1 a nosotros se nos ocurrió preguntar a qué horas iba a empezar la junta y el tipo sin ni siquiera voltearnos a ver nos dijo “Ahh, es que la junta la cambié para las 5 porque no ibamos a alcanzar” Ah cabrón, entonces tenemos un problema porque nosotros tenemos que estar en el aeropuerto a las 6 pm, “no cuál problema” y en ese momento mandó llamar al consierge para decirle con su ya acostumbrado tono autoritario “Alejandro, ve y cámbiales los boletos de avión para que se vayan más tarde”, así, sin preguntarnos.
15 minutos después llegó Alejandro para informarnos que ese era el último vuelo para Guadalajara y que siguiente era a las 6:10 am ¿Qué qué? Estás loco si piensas que me voy a levantar a las 4:30 eh cabrón, lo escupí sin pensar. “No, espérate, a lo mejor hay alguno más tardecito” me dijo Javier. Pero Alejandro nos desencantó cuando nos dijo que el siguiente vuelo era a la 1:50 pm, eso quería decir que íbamos a venir llegando como a las 4:00 pm “No, no podemos, acuérdate que mañana es cumpleaños del jefe y si no estamos a las 2 en la comida se nos va a armar” Uchales, ahora sí que estamos jodidos. Eso me pasa por ser del proletariado. “Nomás que el problema es que si lo cambian hay un recargo por diferencia en la tarifa y hay que ir a pagarlos al aeropuerto, si quieren yo los llevo de una vez”
Podría jurar que de la entrada del hotel a la puerta del carro, que no eran más de 15 metros, literalmente me empapé de sudor. Ya se que van a pensar que estoy exagerando, pero de verdad no entiendo como pude vivir con ese clima durante 17 años en Mazatlán, estábamos fácil a unos 40° sin exagerar. “eh, quién sabe que le pasó al aire acondicionado si funcionaba bien” dijo Alejandro. Y ahí estábamos, paseando por Culiacán a 40° sin aire acondicionado en pleno mediodía. ¿Ya entiendes por qué tomamos cerveza todo el día? Y Javier asintió.
Fuimos al aeropuerto, cambiamos los boletos para el dichoso vuelo de las 6.10 de la madrugada y para acabarla de amolar en un guajolotero.
Ya de regresó y viéndome cocido en mi propio jugo y empapado de sudor me acordé de cómo me burlé del chofer y tragándome mis palabras le dije a Alejandro “¿Podemos ir a Forum?” Javier nomás me volteó a ver con cara de what y agregué “Necesito comprar una camisa para ponérmela en la junta y además si nos vamos a quedar necesito comprar un desodorante y un cepillo de dientes”
¿Quién diría que iba a estar de shopping en Culiacán? Pero así fue. Salí de la tienda con un par de camisas, unos boxers y unos calcetines. Ya me iba a comprar unos zapatos que estaba con descuento pero me remordió la conciencia mi espíritu consumista. Javier hizo lo mismo a pesar de la carrilla que me había echado.
Ahora quiero hacer un paréntesis para hacer honor a mi faceta de burro suelto en primavera y recalcar lo buenas que están las culichis, no mames, esas son viejas y no mamadas. “Culichi, mucha nalga y poca chichi” es lo que siempre decimos, y en efecto. Ya sé que todo mundo dice lo mismo de otras partes, pero neta que las mujeres de allá son otro pedo, empezando con el acento norteño que me mata, y rematando con ese cuerpo alto y delgado con su par de rotundas y redondas nalgas, abdomen plano y piernas de gacela. Y para donde voltees. Esto es felicidad.
Comimos en el dichoso Forum, centro comercial en donde se pueden encontrar las mismas aburridas tiendas de siempre de todos lados y salimos de ahí como a las 3.30, llegamos al hotel y nos dieron un cuarto para bañarnos y cambiarnos y estábamos ahí en el salón al cuarto para las 5. Lo de la junta fue un bodrio, horrible, espantoso. Como era de esperarse al tipo panzón se le cayó la presentación por completo, todos los accionistas se estaban durmiendo, algunos le empacaban duro a los sandwichitos y otros bostezaban, ya para cuando llegaron a los números la presidenta del consejo tuvo la idea más brillante de todo el viaje “¿Y es necesario que estén los de la agencia presentes mientras presentamos los resultados internos?” Pues no, francamente no. Gracias por todo y ustedes nos avisan.
¿Qué se puede hacer un miércoles en Culiacán en pleno verano a las 8 pm? Nada, absolutamente nada. Pero no tenía pensado quedarme ahí encerrado después de lo aburrida que había estado la junta, así que nos fuimos a caminar. Error. 15 minutos después ya estábamos nuevamente empapados y además ya todo en el centro estaba cerrado, pero seguimos caminando hasta llegar al malecón (sí, así le dicen). Ya cuando empezaron a atacar los moscos decidimos dar por terminada nuestra aventura callejera y nos regresamos mentando madres al hotel. Cenamos ahí y después me fui al lobby a leer, hasta que empezó a tocar un trío en la barra del bar y ya no me pude concentrar. Me subí al cuarto derrotado y me puse a ver los resúmenes de las olimpiadas en la tele. Después de haberme despertado a las 6.30 de la mañana y andar en chinga todo el día y con la idea de despertarme a las 4 al día siguiente para las 10 de la noche caí muerto.
“Bueno” “Servicio de despertador señor, son las 4:30” “Gracias” Todo jetón me metí a bañar, me vestí y media hora después ya estaba entregando la llave del cuarto. Le pedí al botones que me pidiera un taxi y pensé en cuánto calor podía estar haciendo a las 5 de la mañana en esa ciudad. Para mi sorpresa en lo que me subía al taxi y cerraban la puerta pude comprobar que a esa hora la temperatura anda por ahí de los 27°. Esa temperatura es a la que llegamos en Guadalajara por ahí de las 3 o 4 de la tarde ahorita en verano. “El meritito Infierno, Sin.”
Cuando aterrizamos en Guadalajara y con el cambio de horario ya eran las 8:50. Otra vez, el madrazo de las llantas me despertó. “¿No me podré quedar un ratito más aquí jetón en el avión?” Pero creo que a la sobrecargo no le gustó mucho la broma porque nomás me dijo “Que le vaya bien señor”.
Pues ese fue mi viaje. Como para no volver a Culichi City por un buen rato. Saludos a todas las culichis, que están preciosas mendigas desgraciadas.