miércoles, agosto 11, 2004

III

2.- Conocí una morra. Bueno no, ya la conocía pero la había visto pocas veces y platicado otras menos, pero el chiste es que platiqué con ella. La había conocido hace como un año, lo que sí recuerdo es que la primera vez que la vi se me hizo guapa; en esa ocasión platicamos de varias cosas como música y cine y entonces me pareció hermosa; ahora que pude platicar con ella en un ambiente mucho más informal me di cuenta que está preciosa.
No es que muera por ella, tampoco exageremos pues no la conozco bien, todavía. Pero lo poco o mucho que me dejó ver me latió bastante. Es una mujer inteligente, se le nota, y eso la hace más interesante pero al mismo tiempo intimidante.

Cuando la conocí recuerdo que me dijo que tenía novio y ahí terminó el encanto porque: primero, en esa situación mis posibilidades se reducían y, segundo, he aprendido que es mejor no meterse en esas broncas, las cosas no tienen porqué ser tan complicadas. Después la volví a ver por ahí y platicamos cosas tontas la neta, nada muy importante, a lo mejor porque me dijo que iba con su novio.

Y en esta ocasión me gustó platicar con ella aunque lo que hayamos platicado no tenga relevancia, tiene más relevancia decir que me gustó estar cerca de ella, no fue algo físico (ojalá), me refiero a su cercanía, no fue física; simplemente me sentí muy bien: platicar con una mujer guapa, inteligente y agradable. Eso me hace tener mayor curiosidad, quiero conocer más de ella, quién sabe que pueda pasar.

Ya le escribí un emilio, bastante ñoño por cierto. Las palabras no fluyeron como hubiera querido pero ni modo, qué se le va a hacer, por lo menos es indicativo que algo me mueve y me pongo nervioso, por lo menos es señal que me importa lo que piense de mí.

Si algo pasa lo escribiré, ojalá, sería muy bueno.